PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
LORCA





























EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 


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Juan 1
1En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
2Ella estaba en el principio con Dios.
3Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
4En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
5y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
6Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
8No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
9La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
10En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
11Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
12Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;
13la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
14Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
15Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.»
16Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.
17Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
18A Dios nadie le ha visto jamás:  el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.
19Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?»
20El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.»
21Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy.» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»
22Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
23Dijo él: «Yo soy  voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor,  como dijo el profeta Isaías.»
24Los enviados eran fariseos.
25Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?»
26Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,
27que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.»
28Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
29Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
31Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.»
32Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.
33Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.”
34Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»
35Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.
36Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.»
37Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
38Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, “Maestro” - ¿dónde vives?»
39Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
40Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
41Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo.
42Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, “Piedra”.
43Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme.»
44Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro.
45Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.»
46Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás.»
47Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
48Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
49Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
50Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
51Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre  el Hijo del hombre.»

INICIO

Juan 2
1Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.
2Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.
3Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»
4Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»
5Dice su madre a los sirvientes:  «Haced lo que él os diga.»
6Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una.
7Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba.
8«Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron.
9Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían  sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio
10y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»
11Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.
12Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
13Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
14Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.
15Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero  de los cambistas y les volcó las mesas;
16y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.»
17Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito:  El celo por tu Casa me devorará.
18Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?»
19Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.»
20Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
21Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.
22Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
23Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba.
24Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos
25y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.

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Juan 3
1Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío.
2Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.»
3Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.»
4Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?»
5Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
6Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu.
7No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto.
8El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»
9Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?»
10Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?
11«En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio.
12Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?
13Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
15para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
16Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
19Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.
21Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»
22Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba.
23Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba.
24Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel.
25Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación.
26Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste  testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.»
27Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo.
28Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.”
29El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud.
30Es preciso que él crezca y que yo disminuya.
31El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo,
32da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta.
33El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida.
35El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano.
36El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.»

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Juan 4
1Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan -
2aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos -,
3abandonó Judea y volvió a Galilea.
4Tenía que pasar por Samaria.
5Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José.
6Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.
7Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.»
8Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana:
9«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan  con los samaritanos.)
10Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.»
11Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva?
12¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
13Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed;
14pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.»
15Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
16El le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
17Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido,
18porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.»
19Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta.
20Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.»
21Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en    espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.   
24Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.»
25Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo.»
26Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.»
27En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?»
28La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
29«Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?»
30Salieron de la ciudad e iban donde él.
31Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come.»
32Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis.»
33Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?»
34Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.
35¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya
36el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el    segador.
37Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador:
38yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
39Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
40Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras,
42y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.»
43Pasados los dos días, partió de allí para Galilea.
44Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria.
45Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había  hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
46Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm.
47Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su  hijo, porque se iba a morir.
48Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.»
49Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.»
50Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
51Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía.
52El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó  la fiebre.»
53El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.
54Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

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Juan 5
1Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
2Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.
3En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua.
4Porque el Ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía  después de la agitación del agua, quedaba curado de cualquier mal que tuviera.
5Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
6Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?»
7Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras  yo voy, otro baja antes que yo.»
8Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.»
9Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día.
10Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla.»
11El le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: Toma tu camilla y anda.»
12Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?»
13Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar.
14Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.»
15El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
16Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
17Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo.»
18Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba  a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.
19Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el    Hijo.
20Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis.
21Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere.
22Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo,
23para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado.
24En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.
25En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
26Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo,   
27y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre.
28No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los    sepulcros oirán su voz
29y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio.
30Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
31«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido.
32Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí.
33Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad.
34No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis.
35El era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.
36Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar    a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.
37Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro,
38ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que El ha enviado.
39«Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí;
40y vosotros no queréis venir a mí para tener vida.
41La gloria no la recibo de los hombres.
42Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.
43Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis.
44¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?
45No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza.
46Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí.
47Pero si no creéis en sus escritos, cómo vais a creer en mis palabras?»

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Juan 6
1Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades,
2y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos.
3Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.
4Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
5Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para  que coman éstos?»
6Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»
8Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
10Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres  en número de unos 5.000.
11Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo  los peces, todo lo que quisieron.
12Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.»
13Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que  habían comido.
14Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta  que iba a venir al mundo.»
15Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
16Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar,
17y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no  había venido donde ellos;
18soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse.
19Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.
20Pero él les dijo: «Soy yo. No temáis.»
21Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.
22Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos.
23Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan.
24Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
25Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?»
26Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis    saciado.
27Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.»
28Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?»
29Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.»
30Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito:  Pan del cielo les dio a comer.»
32Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo;
33porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.»
34Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.»
35Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
36Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
37Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera;
38porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
39Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
40Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»
41Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.»
42Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?»
43Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros.
44«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.
45Está escrito en los profetas:  Serán todos enseñados por Dios.  Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
46No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
47En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
48Yo soy el pan de la vida.
49Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;
50este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
51Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»
52Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
53Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
55Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
56El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
57Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»
59Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
60Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»
61Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
62¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...
63«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.
64«Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
65Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.»
66Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.
67Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
68Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna,
69y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»
70Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.»
71Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar,  uno de los Doce.

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Juan 7
1Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle.
2Pero se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
3Y le dijeron sus hermanos: «Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces,
4pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces estas cosas, muéstrate al mundo.»
5Es que ni siquiera sus hermanos creían en él.
6Entonces les dice Jesús: «Todavía no ha llegado mi tiempo, en cambio vuestro tiempo siempre está a mano.
7El mundo no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas.
8Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún no se ha cumplido mi tiempo.»
9Dicho esto, se quedó en Galilea.
10Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.
11Los judíos, durante la fiesta, andaban buscándole y decían: «¿Dónde está ése?»
12Entre la gente había muchos comentarios acerca de él. Unos decían: «Es bueno.» Otros decían: «No, sino que engaña al pueblo.»
13Pero nadie hablaba de él abiertamente por miedo a los judíos.
14Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar.
15Los judíos, asombrados, decían: «¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?»
16Jesús les respondió: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado.
17Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta.
18El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz; y no hay impostura en él.
19¿No es Moisés el que os dio la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué queréis matarme?»
20Respondió la gente: «Tienes un demonio. ¿Quién quiere matarte?»
21Jesús les respondió: «Una sola obra he hecho y todos os maravilláis.
22Moisés os dio la circuncisión (no que provenga de Moisés, sino de los patriarcas) y vosotros circuncidáis a uno en sábado.
23Si se circuncida a un hombre en sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí porque he curado a un hombre entero en sábado?
24No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo.»
25Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar?
26Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo?
27Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.»
28Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis.
29Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado.»
30Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
31Y muchos entre la gente creyeron en él y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿hará más señales que las que ha hecho  éste?»
32Se enteraron los fariseos que la gente hacía estos comentarios acerca de él y enviaron guardias para detenerle.
33Entonces él dijo: «Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, y me voy al que me ha enviado.
34Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo esté, vosotros no podéis venir.»
35Se decían entre sí los judíos: «¿A dónde se irá éste que nosotros no le podamos encontrar? ¿Se irá a los que viven dispersos entre los griegos para enseñar a los griegos?
36¿Qué es eso que ha dicho: “Me buscaréis y no me encontraréis”, y “adonde yo esté, vosotros no podéis venir”?»
37El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba
38el que crea en mí», como dice la Escritura:De su seno correrán ríos de agua viva.
39Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.
40Muchos entre la gente, que le habían oído estas palabras, decían: «Este es verdaderamente el profeta.»
41Otros decían: «Este es el Cristo.» Pero otros replicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo?
42¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?»
43Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de él.
44Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano.
45Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: «¿Por qué no le habéis traído?»
46Respondieron los guardias: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre.»
47Los fariseos les respondieron: «¿Vosotros también os habéis dejado embaucar?
48¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo?
49Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos.»
50Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús:
51«¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?»
52Ellos le respondieron: «¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta.»
53Y se volvieron cada uno a su casa.

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Juan 8
1Mas Jesús se fue al monte de los Olivos.
2Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
3Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio
4y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
5Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
6Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
7Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»
8E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
9Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
10Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
11Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»
12Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»
13Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale.»
14Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.
15Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie;
16y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado.
17Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
18Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí.»
19Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi    Padre.»
20Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
21Jesús les dijo otra vez: «Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir.»
22Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: “Adonde yo voy, vosotros no podéis ir?»
23El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
24Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.»
25Entonces le decían: «¿Quién eres tú?» Jesús les respondió:«Desde el principio, lo que os estoy diciendo.
26Mucho podría hablar de vosotros y juzgar pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo.»
27No comprendieron que les hablaba del Padre.
28Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo.
29Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.»
30Al hablar así, muchos creyeron  en él.
31Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos,
32y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»
33Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?»
34Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo.
35Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre.
36Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres.
37Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros.
38Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre.»
39Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham.» Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham.
40Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham.
41Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.» Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la    prostitución; no tenemos más padre que a Dios.»
42Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado.
43¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra.
44Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.
45Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis.
46¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis?
47El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.»
48Los judíos le respondieron: «¿No decimos, con razón, que eres samaritano y que tienes un demonio?»
49Respondió Jesús: «Yo no tengo un demonio; sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí.
50Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga.
51En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.»
52Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás.”
53¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?»
54Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: “El es nuestro Dios”,
55y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra.
56Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró.»
57Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?»
58Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.»
59Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

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Juan 9
1Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.
2Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
3Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
6Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego
7y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
8Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
9Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
10Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?»
11El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: “Vete a Siloé y lávate.” Yo fui, me lavé y vi.»
12Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.»
13Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego.
14Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
16Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos.
17Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»
18No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista
19y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego.
21Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.»
22Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno  le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
23Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»
24Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.»
25Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.»
26Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?»
27El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?»
28Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés.
29Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.»
30El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.
31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.
32Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento.
33Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»
34Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
35Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»
36El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
37Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.»
38El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
39Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
40Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?»
41Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: “Vemos” vuestro pecado permanece.»

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Juan 10
1«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro  lado, ése es un ladrón y un salteador;
2pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
3A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera.
4Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
6Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
7Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.
8Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
9Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto.
10El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
11Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
12Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa,
13porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
14Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
15como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
16También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
17Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
18Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.»
19Se produjo otra vez una disensión entre los judíos por estas palabras.
20Muchos de ellos decían: «Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le escucháis?»
21Pero otros decían: «Esas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?»
22Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno.
23Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón.
24Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.»
25Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí;
26pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.
27Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen.
28Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.
29El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre.
30Yo y el Padre somos uno.»
31Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle.
32Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?»
33Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.»
34Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley:  Yo he dicho: dioses sois?
35Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios - y no puede fallar la Escritura -
36a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: “Yo soy Hijo de Dios”?
37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis;
38pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.»
39Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos.
40Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí.
41Muchos fueron donde él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad.»
42Y muchos allí creyeron en él.

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Juan 11
1Había un cierto enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta.
2María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo.
3Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.»
4Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
5Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
6Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba.
7Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: «Volvamos de nuevo a Judea.»
8Le dicen los discípulos: «Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?»
9Jesús respondió: «¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10pero si uno anda de noche, tropieza, porque no  está la luz en él.»
11Dijo esto y añadió: «Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle.»
12Le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se curará.»
13Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño.
14Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto,
15y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos donde él.»
16Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.»
17Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro.
18Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios,
19y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano.
20Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa.
21Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
22Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
23Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.»
24Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.»
25Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
26y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
27Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.»
28Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama.»
29Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue donde él.
30Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado.
31Los judíos que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron  pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
32Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.»
33Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó
34y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» Le responden: «Señor, ven y lo verás.»
35Jesús se echó a llorar.
36Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería.»
37Pero algunos de ellos dijeron: «Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?»
38Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra.
39Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.»
40Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»
41Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
42Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.»
43Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!»
44Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»
45Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él.
46Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
47Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales.
48Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra  nación.»
49Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada,
50ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.»
51Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación
52- y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
53Desde este día, decidieron darle muerte.
54Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí residía con sus discípulos.
55Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse.
56Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?»
57Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para  detenerle.

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Juan 12
1Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
2Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
3Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
4Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
5«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?»
6Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba  lo que echaban en ella.
7Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.
8Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»
9Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
10Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro,
11porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
12Al día siguiente, al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que Jesús se dirigía a Jerusalén,
13tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando:  «¡ Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor,  y el Rey de Israel!»
14Jesús, habiendo encontrado un borriquillo, se montó en él, según está escrito:
15 No temas, hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna.
16Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que esto estaba escrito sobre él, y que era lo que le habían hecho.
17La gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro de la tumba y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio.
18Por eso también salió la gente a su encuentro, porque habían oído que él había realizado aquella señal.
19Entonces los fariseos se dijeron entre sí: «¿Veis cómo no adelantáis nada?, todo el mundo se ha ido tras él.»
20Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta.
21Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.»
22Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
23Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre.
24En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.
25El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.
26Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.
27Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto!
28Padre, glorifica tu Nombre.» Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.»
29La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.»
30Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros.
31Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera.
32Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
33Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.
34La gente le respondió: «Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices tú que es  preciso que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?»
35Jesús les dijo: «Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas, no sabe a dónde va.
36Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.» Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos.
37Aunque había realizado tan grandes señales delante de ellos, no creían en él;
38para que se cumpliera el oráculo pronunciado por el profeta Isaías:  Señor, ¿quién dio crédito a nuestras palabras? Y el brazo del Señor, ¿a quién se le reveló?
39No podían creer, porque también había dicho Isaías:
40 Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón; para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se conviertan, ni yo los sane.
41Isaías dijo esto porque vio su gloria y habló de él.
42Sin embargo, aun entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga,
43porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
44Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;
45y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado.
46Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas.
47Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
48El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día;
49porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar,
50y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.»

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Juan 13
1Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo  amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
2Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle,
3sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía,
4se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.
5Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que  estaba ceñido.
6Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»
7Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.»
8Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.»
9Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»
10Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
11Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»
12Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
13Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy.
14Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.
15Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
16«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
17«Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís.
18No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura:  El que come mi pan ha alzado contra mí su talón.
19«Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy.
20En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha    enviado.»
21Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.»
22Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.
23Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
24Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.»
25El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?»
26Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.
27Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.»
28Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía.
29Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres.
30En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
31Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.
32Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»
33«Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros.
34Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.
35En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»
36Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.»
37Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»
38Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.»

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Juan 14
1«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
2En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar.
3Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.
4Y adonde yo voy sabéis el camino.»
5Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
6Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
7Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.»
8Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
9Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”?
10¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las    obras.
11Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.
12En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.
13Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
15Si me amáis, guardaréis mis mandamientos;
16y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre,
17el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros.
18No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.
19Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.
20Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.
21El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»
22Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?»
23Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
24El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
25Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.
26Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
27Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
28Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros.” Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
29Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
30Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder;
31pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.»

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Juan 15
1«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
2Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
3Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
4Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo,    si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
6Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.
7Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
8La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
9Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
10Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
12Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
13Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
14Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
17Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»
18«Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros.
19Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo.
20Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán.
21Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
22Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23El que me odia, odia también a mi Padre.
24Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre.
25Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley:  Me han odiado sin motivo.
26Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.
27Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.

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Juan 16
1Os he dicho esto para que no os escandalicéis.
2Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.   
3Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
4Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. «No os dije esto desde el principio porque estaba yo con vosotros.
5Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Dónde vas?”
6Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza.
7Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:
8y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio;
9en lo referente al pecado, porque no creen en mí;
10en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis;
11en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.
12Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
13Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.
14El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
15Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
16«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver.»
17Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” y “Me voy al Padre”?»
18Y decían: «¿Qué es ese “poco”? No sabemos lo que quiere decir.»
19Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: “Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?”
20«En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
21La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.
22También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar.
23Aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.
24Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
25Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del    Padre.
26Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,
27pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios.
28Salí del Padre y he venido al mundo.  Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre.»
29Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola.
30Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios.»
31Jesús les respondió: «¿Ahora creéis?
32Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.»

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Juan 17
1Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.
2Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.
3Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.
4Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.
5Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.
6He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.
7Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti;
8porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
9Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos;
10y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos.
11Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
12Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.
13Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.
14Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.
15No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.
16Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.
17Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.
18Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo.
19Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.   
20No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí,
21para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
22Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno:
23yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
24Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.
25Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado.
26Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos    y yo en ellos.»

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Juan 18
1Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos.
2Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con  sus discípulos.
3Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.
4Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?»
5Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos.
6Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra.
7Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».
8Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.»
9Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.»
10Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja  derecha. El siervo se llamaba Malco.
11Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»
12Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron
13y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.
14Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo.
15Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote,
16mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.
17La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.»
18Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.
19El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.
20Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas.
21¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.»
22Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?»
23Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»
24Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás.
25Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?» El lo negó diciendo: «No lo soy.»
26Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?»
27Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
28De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.
29Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?»
30Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.»
31Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.»
32Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
33Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
34Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?»
35Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»
36Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.»
37Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para est he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
38Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él.
39Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?»
40Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás era un salteador.

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Juan 19
1Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle.
2Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura;
3y, acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.
4Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en  él.»
5Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre.»
6Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él.»
7Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»
8Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más.
9Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le dio respuesta.
10Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?»
11Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha  entregado a ti tiene mayor pecado.»
12Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César.»
13Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá.
14Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro  Rey.»
15Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.»
16Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús,
17y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota,
18y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los  judíos.»
20Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la  ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego.
21Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El Rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos”.»
22Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.»
23Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo.
24Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura:  Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica.  Y esto es lo que hicieron los soldados.
25Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.
26Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
27Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice:  «Tengo sed.»
29Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la  acercaron a la boca.
30Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
31Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.
32Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
33Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
34sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
35El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.
36Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura:  No se le quebrará hueso alguno.
37Y también otra Escritura dice:  Mirarán al que traspasaron.
38Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su  cuerpo.
39Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente  había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.
40Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.
41En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía  había sido depositado.
42Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

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Juan 20
1El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.
2Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»
3Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro.
4Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
5Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.
6Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo,
7y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte.
8Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó,
9pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.
10Los discípulos, entonces, volvieron a casa.
11Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro,
12y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
13Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»
14Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
15Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»
16Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -.
17Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi  Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»
18Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
19Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
20Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
21Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.»
22Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.
23A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
25Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.»
26Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»
27Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.»
28Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.»
29Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»
30Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro.
31Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

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Juan 21
1Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
2Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
5Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.»
6El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
7El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.
8Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan.
10Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.»
11Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
12Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor.
13Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.
14Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
15Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.»
16Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.»
17Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.
18«En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.»
19Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
20Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había  recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
21Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?»
22Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.»
23Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.»
24Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
25Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría  para contener los libros que se escribieran.



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