PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
LORCA
PRIMERA PARTE. PRIMERA SECCIÓN
CAPÍTULO SEGUNDO: DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
50 Mediante la razón natural, el hombre puede conocer
a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de
conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus
propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Cc. Vaticano I: DS
3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al
hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que
estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres.
Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor
Jesucristo, y al Espíritu Santo.
Artículo 1 LA REVELACION DE DIOS
I DIOS REVELA SU DESIGNIO AMOROSO
51 "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo
y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los
hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre
en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (DV
2).
52 Dios, que "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6,16)
quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados
por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef
1,4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres
capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que
ellos serían capaces por sus propias fuerzas.
53 El designio divino de la revelación se realiza a
la vez "mediante acciones y palabras", íntimamente ligadas entre sí y
que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una
"pedagogía divina" particular: Dios se comunica gradualmente al hombre,
lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace
de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo
encarnado, Jesucristo.
S. Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina
bajo la imagen de un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre: "El
Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre
para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a
Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (haer.
3,20,2; cf. por ejemplo 17,1; 4,12,4; 21,3).
II LAS ETAPAS DE LA REVELACION
Desde el origen, Dios se da a conocer
54 "Dios, creándolo todo y conservándolo por su
Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas,
y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se
manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el
principio" (DV 3). Los invitó a una comunión íntima con él
revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes.
55 Esta revelación no fue interrumpida por el pecado
de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, "después de su caída
alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la
redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida
eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las
buenas obras" (DV 3).
Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder
de la muerte...Reiteraste, además, tu alianza a los hombres (MR,
Plegaria eucarística IV,118).
La alianza con Noé
56 Una vez rota la unidad del género humano por el
pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de
una serie de etapas. La Alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn
9,9) expresa el principio de la Economía divina con las "naciones", es
decir con los hombres agrupados "según sus países, cada uno según su
lengua, y según sus clanes" (Gn 10,5; cf. 10,20-31).
57 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de
la pluralidad de las naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado a
limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su
perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad a la
manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rom
1,18-25), el politeísmo así como la idolatría de la nación y de su jefe
son una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún
no definitiva.
58 La alianza con Noé permanece en vigor mientras
dura el tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación
universal del evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de
las "naciones", como "Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf.
Gn 14,18), figura de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos "Noé, Daniel y
Job" (Ez 14,14). De esta manera, la Escritura expresa qué altura de
santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la
espera de que Cristo "reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos"
(Jn 11,52).
Dios elige a Abraham
59 Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a
Abraham llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y de su casa" (Gn
12,1), para hacer de él "Abraham", es decir, "el padre de una multitud
de naciones" (Gn 17,5): "En ti serán benditas todas las naciones de la
tierra" (Gn 12,3 LXX; cf. Ga 3,8).
60 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de
la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rom
11,28), llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios
en la unidad de loa Iglesia (cf. Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la
raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes (cf. Rom
11,17-18.24).
61 Los patriarcas, los profetas y otros personajes
del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como santos
en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.
Dios forma a su pueblo Israel
62 Después de la etapa de los patriarcas, Dios
constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de
Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de
Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios
vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al
Salvador prometido (cf. DV 3).
63 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf. Ex
19,6), el que "lleva el Nombre del Señor" (Dt 28,10). Es el pueblo de
aquellos "a quienes Dios habló primero" (MR, Viernes Santo 13: oración
universal VI), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham.
64 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la
esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna
destinada a todos los hombres (cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los
corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb 10,16). Los profetas anuncian una
redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus
infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las
naciones (cf. Is 49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los pobres y los
humildes del Señor (cf. So 2,3) quienes mantendrán esta esperanza. Las
mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y
Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas
la figura más pura es María (cf. Lc 1,38).
III CRISTO JESUS-"MEDIADOR Y PLENITUD
DE TODA LA REVELACION" (DV 2)
Dios ha dicho todo en su Verbo
65 "De una manera fragmentaria y de muchos modos
habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en
estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hb 1,1-2). Cristo,
el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e
insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más
que ésta. S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de
manera luminosa, comentando Hb 1,1-2:
Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que
no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola
Palabra, y no tiene más que hablar; porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo,
que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o
querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino
haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin
querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de la Cruz, Subida al monte
Carmelo 2,22,3-5: Biblioteca Mística Carmelitana, v. 11 (Burgos 1929),
p. 184.).
No habrá otra revelación
66 "La economía cristiana, como alianza nueva y
definitiva, nunca cesará y no hay que esperar ya ninguna revelación
pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo"
(DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está
completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender
gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.
67 A lo largo de los siglos ha habido revelaciones
llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la
autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito
de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación
definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una
cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el
sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que
en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de
sus santos a la Iglesia.
La fe cristiana no puede aceptar "revelaciones" que pretenden superar o
corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de
ciertas Religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes
que se fundan en semejantes "revelaciones".
RESUMEN
68 Por amor, Dios se ha revelado y se ha entregado al
hombre. De este modo da una respuesta definitiva y sobreabundante a las
cuestiones que el hombre se plantea sobre el sentido y la finalidad de
su vida.
69 Dios se ha revelado al hombre comunicándole gradualmente su propio Misterio mediante obras y palabras.
70 Más allá del testimonio que Dios da de sí mismo en
las cosas creadas, se manifestó a nuestros primeros padres. Les habló
y, después de la caída, les prometió la salvación (cf. Gn 3,15), y les
ofreció su alianza.
71 Dios selló con Noé una alianza eterna entre El y
todos los seres vivientes (cf. Gn 9,16). Esta alianza durará tanto como
dure el mundo.
72 Dios eligió a Abraham y selló una alianza con él y
su descendencia. De él formó a su pueblo, al que reveló su ley por
medio de Moisés. Lo preparó por los profetas para acoger la salvación
destinada a toda la humanidad.
73 Dios se ha revelado plenamente enviando a su
propio Hijo, en quien ha establecido su alianza para siempre. El Hijo
es la Palabra definitiva del Padre, de manera que no habrá ya otra
Revelación después de El.
Artículo 2 LA TRANSMISION DE LA
REVELACION DIVINA
74 Dios "quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad" ( 1 Tim 2,4), es decir, al
conocimiento de Cristo Jesús (cf. Jn 14,6). Es preciso, pues, que
Cristo sea anunciado a todos los pueblos y a todo s los hombres y que
así la Revelación llegue hasta los confines del mundo:
Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los
pueblos se conservara por siempre íntegro y fuera transmitido a todas
las edades (DV 7).
I LA TRADICION APOSTOLICA
75 "Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación,
mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como
fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta,
comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los
profetas, que el mismo cumplió y promulgó con su boca" (DV 7).
La predicación apostólica...
76 La transmisión del evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:
oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus
instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las
obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó";
por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron
por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu
Santo" (DV 7).
… continuada en la sucesión apostólica
77 "Para que este Evangelio se conservara siempre
vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como sucesores a
los obispos, 'dejándoles su cargo en el magisterio'" (DV 7). En efecto,
"la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros
sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de
los tiempos" (DV 8).
78 Esta transmisión viva, llevada a cabo en el
Espíritu Santo es llamada la Tradición en cuanto distinta de la Sagrada
Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia
con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las
edades lo que es y lo que cree" (DV 8). "Las palabras de los Santos
Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas
van pasando a loa práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora"
(DV 8).
79 Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí
mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la
Iglesia: "Dios, que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre
con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz
viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo
entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que
habite en ellos intensamente la palabra de Cristo" (DV 8).
II LA RELACION ENTRE LA TRADICION
Y LA SAGRADA ESCRITURA
Una fuente común...
80 La Tradición y la Sagrada Escritura "están
íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma
fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin" (DV 9). Una
y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que
ha prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin del mundo"
(Mt 28,20).
… dos modos distintos de transmisión
81 "La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo".
"La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el
Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores;
para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la
conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación"
82 De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está
confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación "no saca
exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se
han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción" (DV 9).
Tradición apostólica y tradiciones eclesiales
83 La Tradición de que hablamos aquí es la que viene
de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las enseñanzas
y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En
efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo
Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de
la Tradición viva.
Es preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas,
disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del
tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares
en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los
diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran
Tradición aquellas pueden ser mantenidas, modificadas o también
abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.
III LA INTERPRETACION DEL DEPOSITO DE LA FE
El depósito de la fe confiado a la totalidad de la Iglesia
84 "El depósito sagrado" (cf. 1 Tm 6,20; 2 Tm
1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la Sagrada Tradición
y en la Sagrada Escritura fue confiado por los apóstoles al conjunto de
la Iglesia. "Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a
sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica y en la
unión, en la eucaristía y la oración, y así se realiza una maravillosa
concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe
recibida" (DV 10).
El Magisterio de la Iglesia
85 "El oficio de interpretar auténticamente la
palabra de Dios, oral o escritura, ha sido encomendado sólo al
Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de
Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor
de Pedro, el obispo de Roma.
86 "El Magisterio no está por encima de la palabra de
Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues
por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha
devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este
único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios
para ser creído" (DV 10).
87 Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus
Apóstoles: "El que a vosotros escucha a mi me escucha" (Lc 10,16; cf.
LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus
pastores les dan de diferentes formas.
Los dogmas de la fe
88 El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la
autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando
propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión
irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o
también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con
ellas un vínculo necesario.
89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida
espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces en el camino de nuestra
fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es
recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para
acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).
90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas
pueden ser hallados en el conjunto de la Revelación del Misterio de
Cristo (cf. Cc. Vaticano I: DS 3016: "nexus mysteriorum"; LG 25).
"Existe un orden o `jerarquía' de las verdades de la doctrina católica,
puesto que es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana"
(UR 11)
El sentido sobrenatural de la fe
91 Todos los fieles tienen parte en la comprensión y
en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del
Espíritu Santo que los instruye (cf. 1 Jn 2,20.27) y los conduce a la
verdad completa (cf. Jn 16,13).
92 "La totalidad de los fieles ... no puede
equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar,
en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando 'desde
los obispos hasta el último de los laicos cristianos' muestran estar
totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral" (LG 12).
93 "El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este
sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del
magisterio...se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los
santos de una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la
aplica cada día más plenamente en la vida" (LG 12).
El crecimiento en la inteligencia de la fe
94 Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la
inteligencia tanto de las realidades como de las palabras del depósito
de la fe puede crecer en la vida de la Iglesia:
– "Cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su
corazón" (DV 8); es en particular la investigación teológica quien debe
" profundizar en el conocimiento de la verdad revelada" (GS 62,7; cfr.
44,2; DV 23; 24; UR 4).
– Cuando los fieles "comprenden internamente los misterios que viven"
(DV 8); "Divina eloquia cum legente crescunt" (S.Gregorio Magno,
Homilía sobre Ez 1,7,8: PL 76, 843 D).
– "Cuando las proclaman los obispos, sucesores de los apóstoles en el carisma de la verdad" (DV 8).
95 "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la
Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de
modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno
según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (DV 10,3).
RESUMEN
96 Lo que Cristo confió a los apóstoles, estos lo
transmitieron por su predicación y por escrito, bajo la inspiración del
Espíritu Santo, a todas las generaciones hasta el retorno glorioso de
Cristo.
97 "La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen
el depósito sagrado de la palabra de Dios" (DV 10), en el cual, como en
un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de todas
sus riquezas.
98 "La Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto,
conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree" (DV 8).
99 En virtud de su sentido sobrenatural de la fe,
todo el Pueblo de Dios no cesa de acoger el don de la Revelación
divina, de penetrarla más profundamente y de vivirla de modo más pleno.
100 El oficio de interpretar auténticamente la
Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio de la
Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él.
Artículo 3: LA SAGRADA ESCRITURA
I CRISTO, PALABRA ÚNICA DE LA SAGRADA ESCRITURA
101 En la condescendencia de su bondad, Dios, para
revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: "La palabra de
Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje
humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil
condición humana, se hizo semejante a los hombres " (DV 13).
102 A través de todas las palabras de la Sagrada
Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se
dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3):
Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas
las escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos
los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios,
no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (S. Agustín,
Psal. 103,4,1).
103 Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre
las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa
de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa
de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21).
104 En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin
cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe
solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de
Dios (cf. 1 Ts 2,13). "En los libros sagrados, el Padre que está en el
cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con
ellos" (DV 21).
II INSPIRACION Y VERDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA
105 Dios es el autor de la Sagrada Escritura. "Las
verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la
Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo".
"La santa Madre Iglesia, fiel a la base de los apóstoles, reconoce que
todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus
partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por
inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales
han sido confiados a la Iglesia" (DV 11).
106 Dios ha inspirado a los autores humanos de los
libros sagrados. "En la composición de los libros sagrados, Dios se
valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y
talentos; de este modo obrando Dios en ellos y por ellos, como
verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios
quería" (DV 11).
107 Los libros inspirados enseñan la verdad. "Como
todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el
Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente,
fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos
libros para salvación nuestra" (DV 11).
108 Sin embargo, la fe cristiana no es una "religión
del Libro". El cristianismo es la religión de la "Palabra" de Dios, "no
de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo" (S.
Bernardo, hom. miss. 4,11). Para que las Escrituras no queden en letra
muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el
Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas
(cf. Lc 24,45).
III EL ESPÍRITU SANTO, INTÉRPRETE DE LA ESCRITURA
109 En la Sagrada Escritura, Dios habla al hombre a
la manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien la
Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores humanos
quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso manifestarnos
mediante sus palabras (cf. DV 12,1).
110 Para descubrir la intención de los autores
sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de
su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella época, las
maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. "Pues la
verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa
índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros
literarios" (DV 12,2).
111 Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada,
hay otro principio de la recta interpretación , no menos importante que
el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: "La
Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue
escrita" (DV 12,3).
El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación
de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró (cf. DV 12,3):
112 1. Prestar una gran atención "al contenido y a la
unidad de toda la Escritura". En efecto, por muy diferentes que
sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la
unidad del designio de Dios , del que Cristo Jesús es el centro y el
corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46).
El corazón (cf. Sal 22,15) de Cristo designa la sagrada Escritura que
hace conocer el corazón de Cristo. Este corazón estaba cerrado antes de
la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta
después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de
ella consideran y disciernen de qué manera deben ser interpretadas las
profecías (S. Tomás de A. Expos. in Ps 21,11).
113 2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de
toda la Iglesia". Según un adagio de los Padres, "sacra Scriptura
pincipalius est in corde Ecclesiae quam in materialibus instrumentis
scripta" ("La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia
que en la materialidad de los libros escritos"). En efecto, la Iglesia
encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el
Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura
("...secundum spiritualem sensum quem Spiritus donat Ecclesiae":
Orígenes, hom. in Lev. 5,5).
114 3. Estar atento "a la analogía de la fe" (cf. Rom
12,6). Por "analogía de la fe" entendemos la cohesión de las verdades
de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.
El sentido de la Escritura
115 Según una antigua tradición, se pueden distinguir
dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido
espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y
anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda
su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.
116 El sentido literal. Es el sentido significado por
las palabras de la Escritura y descubierto por la exégesis que sigue
las reglas de la justa interpretación. "Omnes sensus (sc. sacrae
Scripturae) fundentur super litteralem" (S. Tomás de Aquino., s.th.
1,1,10, ad 1) Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan
sobre el sentido literal.
117 El sentido espiritual. Gracias a la unidad del
designio de Dios, no solamente el texto de la Escritura, sino también
las realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser signos.
El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda de
los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el
paso del Mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del
Bautismo (cf. 1 Cor 10,2).
El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden
conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos "para nuestra
instrucción" (1 Cor 10,11; cf. Hb 3-4,11).
El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su
significación eterna, que nos conduce (en griego: "anagoge") hacia
nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén
celeste (cf. Ap 21,1-22,5).
118 Un dístico medieval resume la significación de los cuatro sentidos:
"Littera gesta docet, quid credas allegoria,
Moralis quid agas, quo tendas anagogia" (AGUSTÍN DE DACIA, Rotulus pugillaris, I: ed. A. Walz: Angelicum 6 (1929), 256.
119 "A los exegetas toca aplicar estas normas en su
trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada
Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la
Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda
sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el
encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios" (DV
12,3).
Ego vero Evangelio non credere, nisi me catholicae Ecclesiae commoveret auctoritas (S. Agustín, fund. 5,6).
IV EL CANON DE LAS ESCRITURAS
120 La Tradición apostólica hizo discernir a la
Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos (cf. DV
8,3). Esta lista integral es llamada "Canon" de las Escrituras.
Comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos (45 si se cuentan Jr y
Lm como uno solo), y 27 para el Nuevo (cf. DS 179; 1334-1336;
1501-1504):
Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut,
los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros
de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos
libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el
Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico,
Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas,
Joel, Amós, Abdías, Jonás Miqueas, Nahúm , Habacuc, Sofonías, Ageo,
Zacarías, Malaquías para el Antiguo Testamento; los Evangelios de
Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las
cartas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a
los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la
primera y la segunda a los Tesalonicenses, la primera y la segunda a
Timoteo, a Tito, a Filemón, la carta a los Hebreos, la carta de
Santiago, la primera y la segunda de Pedro, las tres cartas de Juan, la
carta de Judas y el Apocalipsis para el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento
121 El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada
Escritura de la que no se puede prescindir. Sus libros son libros
divinamente inspirados y conservan un valor permanente (cf. DV 14),
porque la Antigua Alianza no ha sido revocada.
122 En efecto, "el fin principal de la economía
antigua era preparar la venida de Cristo, redentor universal". "Aunque
contienen elementos imperfectos y pasajeros", los libros del Antiguo
Testamento dan testimonio de toda la divina pedagogía del amor
salvífico de Dios: "Contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una
sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y
esconden el misterio de nuestra salvación" (DV 15).
123 Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como
verdadera Palabra de Dios. La Iglesia ha rechazado siempre
vigorosamente la idea de prescindir del Antiguo Testamento so pretexto
de que el Nuevo lo habría hecho caduco (marcionismo).
El Nuevo Testamento
124 "La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para
ala salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo
privilegiado en el Nuevo Testamento" (DV 17). Estos escritos nos
ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central
es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su
pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la
acción del Espíritu Santo (cf. DV 20).
125 Los evangelios son el corazón de todas las
Escrituras "por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la
Palabra hecha carne, nuestro Salvador" (DV 18).
126 En la formación de los evangelios se pueden distinguir tres etapas:
1. La vida y la enseñanza de Jesús. La Iglesia mantiene firmemente que
los cuatro evangelios, "cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican
fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres,
hizo y enseñó realmente para ala salvación de ellos, hasta el
día en que fue levantado al cielo" (DV 19).
2. La tradición oral. "Los apóstoles ciertamente después de la
ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y
obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban,
amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz
del Espíritu de verdad" (DV 19).
3. Los evangelios escritos. Los autores sagrados escribieron los cuatro
Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían
de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas
atendiendo a la condición de las Iglesias, conservando por fin la forma
de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la verdad
sincera acerca de Jesús" (DV 19).
127 El Evangelio cuadriforme ocupa en la Iglesia un
lugar único; de ello dan testimonio la veneración de que lo rodea la
liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en todo tiempo
sobre los santos:
No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más espléndida
que el texto del evangelio. Ved y retened lo que nuestro Señor y
Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus palabras y realizado mediante
sus obras (Santa Cesárea la Joven, Rich. ).
Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él
encuentro todo lo que es necesario a mi pobre alma. En él descubro
siempre nuevas luces, sentidos escondidos y misteriosos (Santa Teresa
del Niño Jesús, ms. auto. A 83v).
La unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento
128 La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos (cf. 1
Cor 10,6.11; Hb 10,1; 1 Pe 3,21), y después constantemente en su
tradición, esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos
gracias a la tipología. Esta reconoce en las obras de Dios en la
Antigua Alianza prefiguraciones de lo que Dios realizó en la plenitud
de los tiempos en la persona de su Hijo encarnado.
129 Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo
Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado. Esta lectura
tipológica manifiesta el contenido inagotable del Antiguo Testamento.
Ella no debe hacer olvidar que el Antiguo Testamento conserva su valor
propio de revelación que nuestro Señor mismo reafirmó (cf. Mc
12,29-31). Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también
a la luz del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurrirá
constantemente a él (cf. 1 Cor 5,6-8; 10,1-11). Según un viejo adagio,
el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el
Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo: "Novum in Vetere latet et in
Novo Vetus patet" (S. Agustín, Hept. 2,73; cf. DV 16).
130 La tipología significa un dinamismo que se
orienta al cumplimiento del plan divino cuando "Dios sea todo en todos"
(1 Cor 15,28). Así la vocación de los patriarcas y el Exodo de Egipto,
por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho
de que son al mismo tiempo etapas intermedias.
V LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA
131 "Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra
de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe
para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida
espiritual" (DV 21). "Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada
Escritura" (DV 22).
132 "La Escritura debe ser el alma de la teología. El
ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la
catequesis, toda la instrucción cristiana y en puesto privilegiado, la
homilía, recibe de la palabra de la Escritura alimento saludable y por
ella da frutos de santidad" (DV 24).
133 La Iglesia "recomienda insistentemente a todos
los fieles...la lectura asidua de la Escritura para que adquieran 'la
ciencia suprema de Jesucristo' (Flp 3,8), 'pues desconocer la Escritura
es desconocer a Cristo' (S. Jerónimo)" (DV 25).
RESUMEN
134 Toda la Escritura divina es un libro y este libro
es Cristo, "porque toda la Escritura divina habla de Cristo, y toda la
Escritura divina se cumple en Cristo" (Hugo de San Víctor, De arca Noe
2,8: PL 176, 642; cf. Ibid., 2,9: PL 176, 642-643).
135 "La sagrada Escritura contiene la palabra de Dios
y, en cuanto inspirada, es realmente palabra de Dios" (DV 24).
136 Dios es el Autor de la Sagrada Escritura porque
inspira a sus autores humanos: actúa en ellos y por ellos. Da así la
seguridad de que sus escritos enseñan sin error la verdad salvífica
(cf. DV 11).
137 La interpretación de las Escrituras inspiradas
debe estar sobre todo atenta a lo que Dios quiere revelar por medio de
los autores sagrados para nuestra salvación. Lo que viene del Espíritu
sólo es plenamente percibido por la acción del Espíritu (Cf Orígenes,
hom. in Ex. 4,5).
138 La Iglesia recibe y venera como inspirados los
cuarenta y seis libros del Antiguo Testamento y los veintisiete del
Nuevo.
139 Los cuatro evangelios ocupan un lugar central, pues su centro es Cristo Jesús.
140 La unidad de los dos Testamentos se deriva de la
unidad del plan de Dios y de su Revelación. El Antiguo Testamento
prepara el Nuevo mientras que éste da cumplimiento al Antiguo; los dos
se esclarecen mutuamente; los dos son verdadera Palabra de Dios.
141 "La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada
Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo" (DV 21): aquellas
y éste alimentan y rigen toda la vida cristiana. "Para mis pies
antorcha es tu palabra, luz para mi sendero" (Sal 119,105; Is 50,4).