PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
LORCA
SEGUNDA PARTE. PRIMERA SECCIÓN
CAPITULO PRIMERO: EL MISTERIO PASCUAL EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA
Artículo 1: LA LITURGIA, OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
I. EL PADRE, FUENTE Y FIN DE LA LITURGIA
1077. "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él
antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su
presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos
adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el
Amado" (Ef 1,3-6).
1078 Bendecir es una acción divina que da la vida y
cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don
("bene-dictio", "eu-logia"). Aplicado al hombre, este término significa
la adoración y la entrega a su Creador en la acción de gracias.
1079 Desde el comienzo y hasta la consumación de los
tiempos, toda la obra de Dios es bendición. Desde el poema litúrgico de
la primera creación hasta los cánticos de la Jerusalén celestial, los
autores inspirados anuncian el designio de salvación como una inmensa
bendición divina.
1080 Desde el comienzo, Dios bendice a los seres
vivos, especialmente al hombre y la mujer. La alianza con Noé y con
todos los seres animados renueva esta bendición de fecundidad, a pesar
del pecado del hombre por el cual la tierra queda "maldita". Pero es a
partir de Abraham cuando la bendición divina penetra en la historia
humana, que se encaminaba hacia la muerte, para hacerla volver a la
vida, a su fuente: por la fe del "padre de los creyentes" que acoge la
bendición se inaugura la historia de la salvación.
1081 Las bendiciones divinas se manifiestan en
acontecimientos maravillosos y salvadores: el nacimiento de Isaac, la
salida de Egipto (Pascua y Exodo), el don de la Tierra prometida, la
elección de David, la Presencia de Dios en el templo, el exilio
purificador y el retorno de un "pequeño resto". La Ley, los Profetas y
los Salmos que tejen la liturgia del Pueblo elegido recuerdan a la vez
estas bendiciones divinas y responden a ellas con las bendiciones de
alabanza y de acción de gracias.
1082 En la Liturgia de la Iglesia, la bendición
divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y
adorado como la fuente y el fin de todas las bendiciones de la Creación
y de la Salvación; en su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por
nosotros, nos colma de sus bendiciones y por él derrama en nuestros
corazones el Don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo.
1083 Se comprende, por tanto, que en cuanto respuesta
de fe y de amor a las "bendiciones espirituales" con que el Padre nos
enriquece, la liturgia cristiana tiene una doble dimensión. Por una
parte, la Iglesia, unida a su Señor y "bajo la acción el Espíritu
Santo" (Lc 10,21), bendice al Padre "por su Don inefable" (2 Co 9,15)
mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias. Por otra
parte, y hasta la consumación del designio de Dios, la Iglesia no cesa
de presentar al Padre "la ofrenda de sus propios dones" y de implorar
que el Espíritu Santo venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre
los fieles y sobre el mundo entero, a fin de que por la comunión en la
muerte y en la resurrección de Cristo-Sacerdote y por el poder del
Espíritu estas bendiciones divinas den frutos de vida "para alabanza de
la gloria de su gracia" (Ef 1,6).
II LA OBRA DE CRISTO EN LA LITURGIA
Cristo glorificado...
1084 "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el
Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora
por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su
gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones),
accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia
que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del
Espíritu Santo.
1085 En la Liturgia de la Iglesia, Cristo significa y
realiza principalmente su misterio pascual. Durante su vida terrestre
Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio
pascual. Cuando llegó su Hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el único
acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado,
resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre "una
vez por todas" (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12). Es un acontecimiento real,
sucedido en nuestra historia, pero absolutamente singular: todos
los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son
absorbidos por el pasado. El misterio pascual de Cristo, por el
contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su
muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo
y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así
todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El
acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo
hacia la Vida.
...desde la Iglesia de los Apóstoles...
1086 "Por esta razón, como Cristo fue enviado por el
Padre, él mismo envió también a los Apóstoles, llenos del Espíritu
Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura,
anunciaran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha
liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al
reino del Padre, sino también para que realizaran la obra de salvación
que anunciaban mediante el sacrificio y los sacramentos en torno a los
cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6)
1087 Así, Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo
a los Apóstoles, les confía su poder de santificación (cf Jn 20,21-23);
se convierten en signos sacramentales de Cristo. Por el poder del mismo
Espíritu Santo confían este poder a sus sucesores. Esta "sucesión
apostólica" estructura toda la vida litúrgica de la Iglesia. Ella misma
es sacramental, transmitida por el sacramento del Orden.
...está presente en la Liturgia terrena...
1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande" -la
dispensación o comunicación de su obra de salvación-"Cristo está
siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos.
Está presente en el sacrificio de la misa, no sólo en la persona del
ministro, `ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo
que entonces se ofreció en la cruz', sino también, sobre todo, bajo las
especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos,
de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está
presente en su palabra, pues es El mismo el que habla cuando se lee en
la Iglesia la Sagrada Escritura. Está presente, finalmente, cuando la
Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: `Donde están dos
o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt
18,20)" (SC 7).
1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que
Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo
asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa amadísima, que invoca a
su Señor y por El rinde culto al Padre Eterno" (SC 7)
...que participa en la Liturgia celestial.
1090 "En la liturgia terrena pregustamos y
participamos en aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad
santa, Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde
Cristo está sentado a la derecha del Padre, como ministro del santuario
y del tabernáculo verdadero; cantamos un himno de gloria al Señor con
todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos,
esperamos participar con ellos y acompañarlos; aguardamos al Salvador,
nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra Vida, y
nosotros nos manifestamos con El en la gloria" (SC 8; cf. LG 50).
III EL ESPIRITU SANTO Y LA IGLESIA EN LA LITURGIA
1091 En la Liturgia, el Espíritu Santo es el pedagogo
de la fe del Pueblo de Dios, el artífice de las "obras maestras de
Dios" que son los sacramentos de la Nueva Alianza. El deseo y la obra
del Espíritu en el corazón de la Iglesia es que vivamos de la vida de
Cristo resucitado. Cuando encuentra en nosotros la respuesta de fe que
él ha suscitado, entonces se realiza una verdadera cooperación. Por
ella, la Liturgia viene a ser la obra común del Espíritu Santo y de la
Iglesia.
1092 En esta dispensación sacramental del misterio de
Cristo, el Espíritu Santo actúa de la misma manera que en los otros
tiempos de la Economía de la salvación: prepara la Iglesia para el
encuentro con su Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la
asamblea; hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder
transformador; finalmente, el Espíritu de comunión une la Iglesia a la
vida y a la misión de Cristo.
El Espíritu Santo prepara a recibir a Cristo
1093 El Espíritu Santo realiza en la economía
sacramental las figuras de la Antigua Alianza. Puesto que la Iglesia de
Cristo estaba "preparada maravillosamente en la historia del pueblo de
Israel y en la Antigua Alianza" (LG 2), la Liturgia de la Iglesia
conserva como una parte integrante e irremplazable, haciéndolos suyos,
algunos elementos del culto de la Antigua Alianza:
– principalmente la lectura del Antiguo Testamento;
– la oración de los Salmos;
– y sobre todo la memoria de los acontecimientos
salvíficos y de las realidades significativas que encontraron su
cumplimiento en el misterio de Cristo (la Promesa y la Alianza; el
Exodo y la Pascua, el Reino y el Templo; el Exilio y el Retorno).
1094 Sobre esta armonía de los dos Testamentos (cf DV
14-16) se articula la catequesis pascual del Señor (cf Lc 24,13-49), y
luego la de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta
catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra
del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis
"tipológica", porque revela la novedad de Cristo a partir de "figuras"
(tipos) que la anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de
la primera Alianza. Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a
partir de Cristo, las figuras son explicadas (cf 2 Co 3, 14-16). Así,
el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el Bautismo
(cf 1 P 3,21), y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de
la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo (cf 1 Co
10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía "el verdadero
Pan del Cielo" (Jn 6,32).
1095 Por eso la Iglesia, especialmente durante los
tiempos de Adviento, Cuaresma y sobre todo en la noche de Pascua, relee
y revive todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en
el "hoy" de su Liturgia. Pero esto exige también que la catequesis
ayude a los fieles a abrirse a esta inteligencia "espiritual" de la
Economía de la salvación, tal como la Liturgia de la Iglesia la
manifiesta y nos la hace vivir.
1096 Liturgia judía y liturgia cristiana. Un mejor
conocimiento de la fe y la vida religiosa del pueblo judío tal como son
profesadas y vividas aún hoy, puede ayudar a comprender mejor ciertos
aspectos de la Liturgia cristiana. Para los judíos y para los
cristianos la Sagrada Escritura es una parte esencial de sus
respectivas liturgias: para la proclamación de la Palabra de Dios, la
respuesta a esta Palabra, la adoración de alabanza y de intercesión por
los vivos y los difuntos, el recurso a la misericordia divina. La
liturgia de la Palabra, en su estructura propia, tiene su origen en la
oración judía. La oración de las Horas, y otros textos y formularios
litúrgicos tienen sus paralelos también en ella, igual que las mismas
fórmulas de nuestras oraciones más venerables, por ejemplo, el Padre
Nuestro. Las plegarias eucarísticas se inspiran también en modelos de
la tradición judía. La relación entre liturgia judía y liturgia
cristiana, pero también la diferencia de sus contenidos, son
particularmente visibles en las grandes fiestas del año litúrgico como
la Pascua. Los cristianos y los judíos celebran la Pascua: Pascua de la
historia, orientada hacia el porvenir en los judíos; Pascua realizada
en la muerte y la resurrección de Cristo en los cristianos, aunque
siempre en espera de la consumación definitiva.
1097 En la Liturgia de la Nueva Alianza, toda acción
litúrgica, especialmente la celebración de la Eucaristía y de los
sacramentos es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. La asamblea
litúrgica recibe su unidad de la "comunión del Espíritu Santo" que
reúne a los hijos de Dios en el único Cuerpo de Cristo. Esta reunión
desborda las afinidades humanas, raciales, culturales y sociales.
1098 La Asamblea debe prepararse para encontrar a su
Señor, debe ser "un pueblo bien dispuesto". Esta preparación de los
corazones es la obra común del Espíritu Santo y de la Asamblea, en
particular de sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a
suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad
del Padre. Estas disposiciones preceden a la acogida de las otras
gracias ofrecidas en la celebración misma y a los frutos de Vida nueva
que está llamada a producir.
El Espíritu Santo recuerda el Misterio de Cristo
1099 El Espíritu y la Iglesia cooperan en la
manifestación de Cristo y de su obra de salvación en la Liturgia.
Principalmente en la Eucaristía, y análogamente en los otros
sacramentos, la Liturgia es Memorial del Misterio de la salvación. El
Espíritu Santo es la memoria viva de la Iglesia (cf Jn 14,26).
1100 La Palabra de Dios. El Espíritu Santo recuerda
primeramente a la asamblea litúrgica el sentido del acontecimiento de
la salvación dando vida a la Palabra de Dios que es anunciada para ser
recibida y vivida:
La importancia de la Sagrada Escritura en la
celebración de la liturgia es máxima. En efecto, de ella se toman las
lecturas que luego se explican en la homilía, y los salmos que se
cantan; las preces, oraciones e himnos litúrgicos están impregnados de
su aliento y su inspiración; de ella reciben su significado las
acciones y los signos (SC 24).
1101 El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a
los oyentes, según las disposiciones de sus corazones, la inteligencia
espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las
acciones y los símbolos que constituyen la trama de una celebración, el
Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva con
Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a
su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la
celebración.
1102 "La fe se suscita en el corazón de los no
creyentes y se alimenta en el corazón de los creyentes con la palabra
de la salvación. Con la fe empieza y se desarrolla la comunidad de los
creyentes" (PO 4). El anuncio de la Palabra de Dios no se reduce a una
enseñanza: exige la respuesta de fe, como consentimiento y compromiso,
con miras a la Alianza entre Dios y su pueblo. Es también el Espíritu
Santo quien da la gracia de la fe, la fortalece y la hace crecer en la
comunidad. La asamblea litúrgica es ante todo comunión en la fe.
1103 La Anámnesis. La celebración litúrgica se
refiere siempre a las intervenciones salvíficas de Dios en la historia.
"El plan de la revelación se realiza por obras y palabras
intrínsecamente ligadas; ... las palabras proclaman las obras y
explican su misterio" (DV 2). En la Liturgia de la Palabra, el Espíritu
Santo "recuerda" a la Asamblea todo lo que Cristo ha hecho por
nosotros. Según la naturaleza de las acciones litúrgicas y las
tradiciones rituales de las Iglesias, una celebración "hace memoria" de
las maravillas de Dios en una Anámnesis más o menos desarrollada. El
Espíritu Santo, que despierta así la memoria de la Iglesia, suscita
entonces la acción de gracias y la alabanza (Doxologia).
El Espíritu Santo actualiza el Misterio de Cristo
1104 La Liturgia cristiana no sólo recuerda los
acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace
presentes. El Misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son
las celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar
la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único Misterio.
1105 La epíclesis ("invocación sobre") es la
intercesión mediante la cual el sacerdote suplica al Padre que envíe el
Espíritu santificador para que las ofrendas se conviertan en el Cuerpo
y la Sangre de Cristo y para que los fieles, al recibirlos, se
conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios.
1106 Junto con la Anámnesis, la Epíclesis es el
centro de toda celebración sacramental, y muy particularmente de la
Eucaristía:
Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de
Cristo y el vino...en Sangre de Cristo. Te respondo: el Espíritu Santo
irrumpe y realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo
pensamiento...Que te baste oír que es por la acción del Espíritu Santo,
de igual modo que gracias a la Santísima Virgen y al mismo
Espíritu, el Señor, por sí mismo y en sí mismo, asumió la carne
humana (S. Juan Damasceno, f.o., IV, 13).
1107 El poder transformador del Espíritu Santo en la
Liturgia apresura la venida del Reino y la consumación del Misterio de
la salvación. En la espera y en la esperanza nos hace realmente
anticipar la comunión plena con la Trinidad Santa. Enviado por el
Padre, que escucha la epíclesis de la Iglesia, el Espíritu da la vida a
los que lo acogen, y constituye para ellos, ya desde ahora, "las arras"
de su herencia (cf Ef 1,14; 2 Co 1,22).
La comunión del Espíritu Santo
1108 La finalidad de la misión del Espíritu Santo en
toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo para formar su
Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da
su fruto en los sarmientos (cf Jn 15,1-17; Ga 5,22). En la Liturgia se
realiza la cooperación más íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia.
El Espíritu de Comunión permanece indefectiblemente en la Iglesia, y
por eso la Iglesia es el gran sacramento de la comunión divina que
reúne a los hijos de Dios dispersos. El fruto del Espíritu en la
Liturgia es inseparablemente comunión con la Trinidad Santa y comunión
fraterna (cf 1 Jn 1,3-7).
1109 La Epíclesis es también oración por el pleno
efecto de la comunión de la Asamblea con el Misterio de Cristo. "La
gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión
del Espíritu Santo" (2 Co 13,13) deben permanecer siempre con nosotros
y dar frutos más allá de la celebración eucarística. La Iglesia, por
tanto, pide al Padre que envíe el Espíritu Santo para que haga de la
vida de los fieles una ofrenda viva a Dios mediante la transformación
espiritual a imagen de Cristo, la preocupación por la unidad de la
Iglesia y la participación en su misión por el testimonio y el servicio
de la caridad.
RESUMEN
1110 En la liturgia de la Iglesia, Dios Padre es
bendecido y adorado como la fuente de todas las bendiciones de la
Creación y de la Salvación, con las que nos ha bendecido en su Hijo
para darnos el Espíritu de adopción filial.
1111 La obra de Cristo en la Liturgia es sacramental
porque su Misterio de salvación se hace presente en ella por el poder
de su Espíritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es como el
sacramento (signo e instrumento) en el cual el Espíritu Santo dispensa
el Misterio de la salvación; porque a través de sus acciones
litúrgicas, la Iglesia peregrina participa ya, como en primicias, en la
Liturgia celestial.
1112 La misión del Espíritu Santo en la Liturgia de
la Iglesia es la de preparar la Asamblea para el encuentro con Cristo;
recordar y manifestar a Cristo a la fe de la asamblea de creyentes;
hacer presente y actualizar la obra salvífica de Cristo por su poder
transformador y hacer fructificar el don de la comunión en la Iglesia.
Artículo 2 EL MISTERIO PASCUAL EN LOS
SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
1113 Toda la vida litúrgica de la Iglesia gravita en
torno al Sacrificio eucarístico y los sacramentos (cf SC 6). Hay en la
Iglesia siete sacramentos: Bautismo, Confirmación o Crismación,
Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y
Matrimonio (cf DS 860; 1310; 1601). En este Artículo se trata de lo que
es común a los siete sacramentos de la Iglesia desde el punto de vista
doctrinal. Lo que les es común bajo el aspecto de la celebración se
expondrá en el capítulo II, y lo que es propio de cada uno de ellos
será objeto de la sección II.
I LOS SACRAMENTOS DE CRISTO
1114 "Adheridos a la doctrina de las Santas
Escrituras, a las tradiciones apostólicas y al sentimiento unánime de
los Padres", profesamos que "los sacramentos de la nueva Ley fueron
todos instituidos por nuestro Señor Jesucristo" (DS 1600-1601).
1115 Las palabras y las acciones de Jesús durante su
vida oculta y su ministerio público eran ya salvíficas. Anticipaban la
fuerza de su misterio pascual. Anunciaban y preparaban aquello que él
daría a la Iglesia cuando todo tuviese su cumplimiento. Los misterios
de la vida de Cristo son los fundamentos de lo que en adelante, por los
ministros de su Iglesia, Cristo dispensa en los sacramentos, porque "lo
que era visible en nuestro Salvador ha pasado a sus misterios" (S. León
Magno, serm. 74,2).
1116 Los sacramentos, como "fuerzas que brotan" del
Cuerpo de Cristo (cf Lc 5,17; 6,19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y
como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la
Iglesia, son "las obras maestras de Dios" en la nueva y eterna Alianza.
II LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
1117 Por el Espíritu que la conduce "a la verdad
completa" (Jn 16,13), la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro
recibido de Cristo y precisó su "dispensación", tal como lo hizo con el
canon de las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel
dispensadora de los misterios de Dios (cf Mt 13,52; 1 Co 4,1). Así, la
Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos, que, entre sus
celebraciones litúrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del
término, sacramentos instituidos por el Señor.
1118 Los sacramentos son "de la Iglesia" en el doble
sentido de que existen "por ella" y "para ella". Existen "por la
Iglesia" porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa
en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen "para la
Iglesia", porque ellos son "sacramentos que constituyen la Iglesia" (S.
Agustín, civ. 22,17; S. Tomás de Aquino, s.th. 3,64,2 ad 3),
manifiestan y comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el
misterio de la Comunión del Dios Amor, uno en tres Personas.
1119 Formando con Cristo-Cabeza "como una única
persona mística" (Pío XII, enc. "Mystici Corporis"), la Iglesia actúa
en los sacramentos como "comunidad sacerdotal" "orgánicamente
estructurada" (LG 11): gracias al Bautismo y la Confirmación, el pueblo
sacerdotal se hace apto para celebrar la Liturgia; por otra parte,
algunos fieles "que han recibido el sacramento del orden están
instituidos en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia con
la palabra y la gracia de Dios" (LG 11).
1120 El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial
(LG 10) está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en
los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor
de la Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo
encarnado es confiada a los Apóstoles y por ellos a sus sucesores:
reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona
(cf Jn 20,21-23; Lc 24,47; Mt 28,18-20). Así, el ministro ordenado es
el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y
realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo,
fuente y fundamento de los sacramentos.
1121 Los tres sacramentos del Bautismo, de la
Confirmación y del Orden sacerdotal confieren, además de la gracia, un
carácter sacramental o "sello" por el cual el cristiano participa del
sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia según estados y
funciones diversos. Esta configuración con Cristo y con la Iglesia,
realizada por el Espíritu, es indeleble (Cc. de Trento: DS 1609);
permanece para siempre en el cristiano como disposición positiva para
la gracia, como promesa y garantía de la protección divina y como
vocación al culto divino y al servicio de la Iglesia. Por tanto, estos
sacramentos no pueden ser reiterados.
III LOS SACRAMENTOS DE LA FE
1122 Cristo envió a sus Apóstoles para que, "en su
Nombre, proclamasen a todas las naciones la conversión para el perdón
de los pecados" (Lc 24,47). "De todas las naciones haced discípulos
bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"
(Mt 28,19). La misión de bautizar, por tanto la misión sacramental está
implicada en la misión de evangelizar, porque el sacramento es
preparado por la Palabra de Dios y por la fe que es consentimiento a
esta Palabra:
El pueblo de Dios se reúne, sobre todo, por la
palabra de Dios vivo... necesita la predicación de la palabra para el
ministerio de los sacramentos. En efecto, son sacramentos de la fe que
nace y se alimenta de la palabra" (PO 4).
1123 "Los sacramentos están ordenados a la
santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y,
en definitiva, a dar culto a Dios, pero, como signos, también tienen un
fin instructivo. No sólo suponen la fe, también la fortalecen, la
alimentan y la expresan con palabras y acciones; por se llaman
sacramentos de la fe" (SC 59).
1124 La fe de la Iglesia es anterior a la fe del
fiel, el cual es invitado a adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra
los sacramentos confiesa la fe recibida de los Apóstoles, de ahí el
antiguo adagio: "Lex orandi, lex credendi" ("La ley de la oración
es la ley de la fe") (o: "legem credendi lex statuat supplicandi" ["La
ley de la oración determine la ley de la fe"], según Próspero de
Aquitania, siglo V, ep. 217). La ley de la oración es la ley de la fe,
la Iglesia cree como ora. La Liturgia es un elemento constitutivo de la
Tradición santa y viva (cf. DV 8).
1125 Por eso ningún rito sacramental puede ser
modificado o manipulado a voluntad del ministro o de la comunidad.
Incluso la suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia
a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el
respeto religioso al misterio de la liturgia.
1126 Por otra parte, puesto que los sacramentos
expresan y desarrollan la comunión de fe en la Iglesia, la lex orandi
es uno de los criterios esenciales del diálogo que intenta restaurar la
unidad de los cristianos (cf UR 2 y 15).
IV LOS SACRAMENTOS DE LA SALVACION
1127 Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos
confieren la gracia que significan (cf Cc. de Trento: DS 1605 y 1606).
Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; El es quien bautiza,
él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que
el sacramento significa. El Padre escucha siempre la oración de la
Iglesia de su Hijo que, en la epíclesis de cada sacramento, expresa su
fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que
toca, así el Espíritu Santo transforma en Vida divina lo que se somete
a su poder.
1128 Tal es el sentido de la siguiente afirmación de
la Iglesia (cf Cc. de Trento: DS 1608): los sacramentos obran ex opere
operato (según las palabras mismas del Concilio: "por el hecho mismo de
que la acción es realizada"), es decir, en virtud de la obra salvífica
de Cristo, realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que "el
sacramento no actúa en virtud de la justicia del hombre que lo da o que
lo recibe, sino por el poder de Dios" (S. Tomás de A., STh 3,68,8). En
consecuencia, siempre que un sacramento es celebrado conforme a la
intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa en
él y por él, independientemente de la santidad personal del ministro.
Sin embargo, los frutos de los sacramentos dependen también de las
disposiciones del que los recibe.
1129 La Iglesia afirma que para los creyentes los
sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios para ala salvación (cf
Cc. de Trento: DS 1604). La "gracia sacramental" es la gracia del
Espíritu Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento. El Espíritu
cura y transforma a los que lo reciben conformándolos con el Hijo de
Dios. El fruto de la vida sacramental consiste en que el Espíritu de
adopción deifica (cf 2 P 1,4) a los fieles uniéndolos vitalmente al
Hijo único, el Salvador.
V LOS SACRAMENTOS DE LA VIDA ETERNA
1130 La Iglesia celebra el Misterio de su Señor
"hasta que él venga" y "Dios sea todo en todos" (1 Co 11,26; 15,28).
Desde la era apostólica, la Liturgia es atraída hacia su término por el
gemido del Espíritu en la Iglesia: "¡Marana tha!" (1 Co 16,22). La
liturgia participa así en el deseo de Jesús: "Con ansia he deseado
comer esta Pascua con vosotros...hasta que halle su cumplimiento en el
Reino de Dios" (Lc 22,15-16). En los sacramentos de Cristo, la Iglesia
recibe ya las arras de su herencia, participa ya en la vida eterna,
aunque "aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria
del Gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo" (Tt 2,13). "El Espíritu y
la Esposa dicen: ¡Ven!...¡Ven, Señor Jesús!" (Ap 22,17.20).
S. Tomás resume así las diferentes dimensiones del
signo sacramental: "Unde sacramentum est signum rememorativum eius quod
praecessit, scilicet passionis Christi; et desmonstrativum eius quod in
nobis efficitur per Christi passionem, scilicet gratiae; et
prognosticum, id est, praenuntiativum futurae gloriae" ("Por eso el
sacramento es un signo que rememora lo que sucedió, es decir, la pasión
de Cristo; es un signo que demuestra lo que sucedió entre nosotros en
virtud de la pasión de Cristo, es decir, la gracia; y es un signo que
anticipa, es decir, que preanuncia la gloria venidera", STh III, 60,3).)
RESUMEN
1131 Los sacramentos son signos eficaces de la
gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales
nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales
los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias
propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las
disposiciones requeridas.
1132 La Iglesia celebra los sacramentos como
comunidad sacerdotal estructurada por el sacerdocio bautismal y el de
los ministros ordenados.
1133 El Espíritu Santo dispone a la recepción de los
sacramentos por la Palabra de Dios y por la fe que acoge la Palabra en
los corazones bien dispuestos. Así los sacramentos fortalecen y
expresan la fe.
1134 El fruto de la vida sacramental es a la vez
personal y eclesial. Por una parte, este fruto es para todo fiel la
vida para Dios en Cristo Jesús: por otra parte, es para la Iglesia
crecimiento en la caridad y en su misión de testimonio.